miércoles, 24 de febrero de 2010

26 de julio de 2007

Mi humilde y corta experiencia con el Negro

Desde la tarde de 19 de julio hasta estos días se han escrito miles de artículos, se han reeditado muchos de sus chistes, se han vuelto a emitir imágenes de sus entrevistas y se han practicado más de una editorial en programas de radios acerca de la muerte o mejor dicho de su vida y sobre todo de la filosofía de vida, con que decidió transcurrir entre nosotros el genial Roberto Fontanarrosa.
Estas líneas no pretenden homenajear, dado que para ello es necesario hacerlo por lo menos con herramientas a la altura de las siorcunstancias, sino que pretenden desde algún costado egoísta, intentar expresar las sensaciones, si se quieren “cholulas” que sentí el día que por pocos segundos pude entablar una conversación que no llevó más de dos interlocuciones con el “canalla” más famoso.
Allá por el año 2002, si mal no recuerdo, caminando por la Feria del Libro, en el stand de Ediciones de la Flor, se encontraba el creador de Inodoro Pereyra. No sin dudarlo, y con una entrada que puede sonar frívola para cualquier intelectual, me acerque a Fontarrosa preguntándole sobre el lugar en donde se desenvolvían las historias del gaucho, ya que en alguna oportunidad había leído en sus charlas con Mendieta, que el campo en el que se encontraban, estaba ubicado en Bragado.
Este humorista, preguntándome si yo era de esa ciudad, me comentó que efectivamente, al momento de situarlo lo había imaginado en algún campo de la pampa húmeda, por el centro de la Provincia de Buenos Aires. Sin saber que más preguntarle me retiré del stand no sin antes hacer los saludos de despedidas de rigor.
Así fue mi escaso contacto con uno de los escritores populares más importantes de nuestra lengua.
No pretendo ser original, porque ya todo o casi todo se ha dicho, si menciono que Fontanarrosa daba toda la sensación de tipo humilde, simple, y amigable. Sobre todas las cosas, esto último, esto de expeler cierto aroma de ser un tipo del que uno desea ser amigo, con el que uno hubiese deseado compartir un vermú hablando de fútbol en alguna de las mesas del café “El cairo” de Rosario, allí en donde compartía sus tardes con amigos.
Este es uno de mis orgullos personales. Algunos guardaran alguna foto con Alfonsin, otros mantendrán en sus memorias un beso con Carlos Salud M----, yo puedo decir que charle con el genial Roberto Fontanarrosa.

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