miércoles, 18 de mayo de 2011

Un guiño del destino

Federico Bonzo (33) sufrió graves heridas, cuando su camioneta fue alcanzada por un tramo de un caño de gas que voló como una consecuencia de una explosión en la ruta provincial 46, entre las ciudades bonaerenses de Bragado y Asamblea.

La onda expansiva alcanzó una camioneta Toyota Hilux que pasó y le provocó a Federico graves heridas

Tras ser rescatado por los bomberos de entre los hierros de la camioneta, fue llevado de urgencia al Sanatorio del Círculo Médico, de Bragado, y luego a la Clínica de la Pequeña Familia, de Junín.

La explosión se produjo el sábado 23 de abril, por la tarde, alrededor de las 14.30, en un tramo del tendido de gas que corre a un costado de la ruta provincial 46, a unos 4 kilómetros de la ruta nacional 5, entre las ciudades de Bragado y Asamblea.

El día 7 de Mayo de 2011, y tras 15 días de internacion en una clínica Pequeña Familia de la ciudad de Junín, falleció el Ingeniero Federico Bonzo, el joven bragadense de 33 años

Aquellos que han sabido describir de mejor manera, con palabras, los sentimientos, son justamente los que han obtenido un renombre como poetas. Por estas horas hay muchas cosas que decir, pero son muy pocas las palabras que se dejan escribir y claro está lejos estoy de ser poeta.
No es fácil siquiera decidir sobre qué escribir. Se puede escribir sobre la explosión misma y la cadena de responsabilidades que pueden caber, se puede escribir sobre la atención médica que recibió, sobre la fuerza y la tozudez que puso para intentar salir de la situación, o se puede también escribir simplemente sobre Fede, sobre lo que era, sobre lo que es hoy y sobre los que nos dejó como legado.
Son estos los momentos en donde muchos sentimos una sana envidia de aquellos que son creyentes. Éstos, siempre tienen alguna explicación adicional, “será que Dios así lo quiso” suelen repetir. Me resulta difícil conformarme con eso. Sobre todo después de haber visto cómo se sucedieron los hechos. Es por demás de dificultoso sostener la idea de la existencia de alguien superior y más aún que ese alguien sea bondadoso.
Lo cierto es que, sea Dios, el destino o como quieran llamarlo, se empecinó en llevárselo.
No le bastó con una explosión, Fede era mucho más fuerte que eso, no basto con las intervenciones quirúrgicas, ni con la demora en el traslado, no bastaron las complicaciones hematológicas, no basto la fiebre, ni tener un pulmón colapsado, el siguió sorteando cada uno de los obstáculos. Hasta intentó despertarse. Por un rato sus pulmones compitieron mano a mano con el respirador, para ver quien se hacía cargo de la situación, y fue en esos instantes, quizá de los más lúcidos desde el momento del accidente, que hizo un guiño de ojos. Quizá fue guiño tranquilizador, un guiño para los que quedamos del otro lado del umbral, un guiño como diciendo, “tranqui, está todo bien”.
Tal provocación fue un insulto para la muerte, siempre horrible y egoísta. Ofendida, ésta, por tanta injuria y tantas ganas de vivir, se vio obligada a recurrir a todas sus fuerzas, provocando un par de derrames, pues con sólo uno no alcanzaría, y así, sólo así pudo arrebatarlo de este mundo. Se llevó entonces a un hijo ejemplar, a un hermano fraterno, se llevó a un marido compañero, a un padre ideal, a un amigo presente, a un gran compañero de trabajo, al mejor contrapunto en discusiones de sobre mesas de vinos y whiskys, se llevó a una risa asmática y contagiosa, a un chico tenaz, a un joven laburante y con miles de proyecto.
Sólo queda esperar que los que quedamos, tengamos por lo menos la mitad de la fuerza que el tenía para hacer frente a las necesidades de sus padres, su hermana, su sobrino, su mujer y su hija, su familia y sus amigos puedan requerir en estos difíciles y duros momentos. Esta vez, la muerte nos ganó en tiempo de descuento, se llevó a mi cuñado, a mi amigo, a mi hermano. Hasta siempre FEDE.