domingo, 14 de julio de 2013

ESTADO Y GOBIERNO, por y para qué existen.

A finales del siglo XVIII, con la llegada del iluminismo, se expandió la idea de algunos estudiosos, filósofos y escribas, respecto de lo que a posteriori se llamaría el contrato social. A estos teóricos, y a quienes fueron sus discípulos y seguidores, se los llamó contractualistas.
La idea, si bien existen tantas diferencias como contractualistas haya, es básicamente, que los ciudadanos firmamos un contrato, esto claro está es metafórico, para crear algo superior y distinto de las partes firmantes. Este ente creado es el Estado. Cada uno de los teóricos que desarrolló una idea sobre el Estado, le desarrolló también distintas características. Por lo general estas características dependían en gran parte de la concepción que cada teórico tenía respecto del hombre en estado de naturaleza. Hay quienes sostenían que el hombre en su estado original y aun sin sociedad era naturalmente malo, o por lo menos no bueno, egoísta, destructivo, etc. Entre ellos el más conocido es Thomas Hobbes.
En una postura distinta se encontraba Jhon Looke, quien consideraba que el hombre era bueno en su estado de naturaleza. Aun así, estos contractualistas y quienes los siguieron compartían la misma idea respecto de lo que hoy en derecho se llama naturaleza jurídica.
Y cuál sería la naturaleza jurídica del Estado?
El Estado, y esto se observa más claramente en el Leviatan de Hobbes, se creó para detener el avasallamiento de los más fuertes sobre los más débiles.
Si todos los débiles creamos algo más fuerte que cada uno de nosotros individualmente, entonces estaremos protegidos frente a los fuertes.
Ahora bien, en las primeras sociedades imaginadas, la fuerza de uno sobre otros era la física, o la cantidad. Una tribu se quedaba con lo que era de otra si lo superaba en fuerza o en número de personas.
Pero desde hace unos pocos cientos de años, la fuerza, en un sistema capitalista, ya no la da el físico, sino el dinero.
Por lo que parece, a todas luces como muy sencillo sostener que un estado actual debe, necesariamente, estar para proteger a los más pobres de avasallamiento de quienes ostentan el poder: los dueños de los medios de producción, los capitalistas.
Resulta dificultoso, entonces, apartarse de la idea de qué o cuál debería ser la principal o única actividad de un Estado moderno. No se entendería otro actuar de un Estado que no fuese el de defender a los desprotegidos. Los obreros y excluidos.
La administración de estos Estados es llevada a cabo por gobiernos.
Así, se desprenden entonces, con lo que hasta aquí hemos expuesto que los gobiernos deben administrar los bienes de los Estados en pos del beneficio de los más débiles, necesitados, excluidos, etc.
Ésa es la naturaleza jurídica de su existencia.
Una de las herramientas que los gobiernos tienen para administrar los bienes de los Estados, con el objetivo de beneficiar a los más débiles (no hay que olvidar esto), es la economía.
Encontramos que existen gobiernos que administran los bienes de un Estado, pensando en el beneficio de los más necesitados a fin de lograr que sean los menos vulnerables posible, para así poder hacer frente a los más poderosos.
Pero también hay gobiernos que sostienen que hay que darle más al poderoso, no sólo para que no moleste al más débil, sino para que con lo que al poderoso le sobra, lo que derrama o derrocha, pueda migajear el desposeído. En el medio, un abanico de opciones.
Como se puede observar, el problema deviene evidente. Es decir, la segunda de las opciones, pretende volver a la situación previa a la creación del Estado. Por ello, sus políticas, en pos de agrandar, avalar y defender el poder de los que más tienen, se basan en la desaparición del Estado o en su defecto en su reducción a la mínima expresión, para ello quitan el poder del Estado, el poder de la unión de los débiles, y se lo pasan a manos privadas (poderosos siempre).
La causa y la consecuencia, se enredan en la misma idea. La idea de llegar a ser Gobierno para llevar a cabo la administración del Estado, tiene como objetivo final la reducción del mismo, para que se vuelva a la situación inicial, (previa al Estado).
En rigor no se pretende la desaparición total del Estado, eso llevaría a ser creado nuevamente, con los riesgos que ello supone. La idea es no ser tan radical, y sólo reducirlo a la máxima expresión posible, pero con el suficiente poder, no ya para salvaguardar a los más débiles, sino, para asegurar los bienes privados de los más poderosos del posible avasallamiento de los necesitaos. Este, claro está, es un Estado liberal.
Es decir, para finalizar, la idea de un Estado liberal, es una contradicción en su enunciación, ya que si se es liberal, necesariamente, se detesta la idea de estado.
El Estado, fue creado, y por ende debe ser administrado en pos de garantizar la seguridad de los inferiores, de aquellos que detenten el poder, en sus distintas formas según las distintas épocas. De no ser así, no sólo se está yendo en contra de la idea originaria, sino en contra de la mayaría de los habitantes del planeta (que claramente pertenecemos a los no poderosos)

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